domingo, 28 de septiembre de 2008

TESTAMENTO.Relat publicat a la revista TrofeoCaza en la secció "concurso de relatos de caza"

Un sol que había perdido el vigor de un día tórrido de finales de julio se escondía despacio tras las cimas lejanas, pálido , calmo y mortecino. Por un camino de tierra roja polvorienta rodeado de prados verdes cubiertos de brezos , zarzas y helechos andaba un joven con dos perros .Uno laceaba alegremente, el otro, un perro viejo y medio cojo caminaba taciturno cerca del muchacho. El camino terminaba en un pequeño alisar. El verano estaba siendo seco y caluroso y las pisadas del muchacho hacían crujir con fuerza las hojas secas. Había una charca donde solo quedaba un poco de agua estancada, verde y oscura en la que rebullían una legión de insectos y volaba solitaria una preciosa libélula de color azul eléctrico. Del zurrón de cuero agrietado y viejo que llevaba, sacó una caja de madera y arrojó con cuidado el contenido sobre la charca vacía.
El chico no reconocía el paisaje. Faltaba el frío, faltaba un manto blanco que cubriera la hierba verde de los prados que ahora aparecía ante sus ojos amarillenta, faltaban los charcos de un otoño lluvioso acristalados por la helada matutina, faltaba el vaho espeso al respirar, las hojas policromas en el suelo ribeteadas de escarcha, faltaban las noches gélidas, serenas y estrelladas, los árboles desnudos, la alegre canción del campano en la hondonada, la melancolía de las cortas tardes de Noviembre, los desayunos con él cerca de un fuego improvisado.
Se sentó en una piedra cerca de la charca. Las perrillas jadeaban. Sacó un papel y empezó a leer:

“Yo, Carlos Salgot Nadal, con dni 46987462-m y domicilio en la calle Mayor de Aiguafreda y en plenas facultades mentales otorgo el siguiente testamento de mi puño y letra.
Poco tengo que dejaros queridos padres y hermana, tan poco que es como dejaros nada. Clara, mi amadísima hermana, te nombro heredera universal de mis bienes, haz lo que quieras con ellos, tuyos son. Os he dejado en el primer cajón de mi escritorio una carta para despedirme como es debido de vosotros pues no quiero dramas en la notaría. Debajo de la carta están los escritos que he ido haciendo estos últimos años, quédatelos tú. Son malos pero de aquí un tiempo, cuando en el recuerdo de tu hermano no se mezcle ya el dolor, cuando solo quede una triste y feliz melancolía, cuando a lo mejor ya no recuerdes ni mi cara, léelos y acuérdate de ese hermano mayor que te adoraba.
Como heredera te corresponde ejecutar el siguiente legado:
Dale mis escopetas, zurrones, cartucheras y demás pertrechos de caza a nuestro primo Alex. Quédate mi biblioteca pero dale los libros de caza a él.
Alex, esto va por ti:
Cuando tú naciste ya llevaba algunos años cazando con la escopetilla de 12mm. Es la que heredé de mi padre y la que luego te regalé. Sé la ilusión que te hizo porqué es la misma ilusión que me hizo a mí cuando me la regalaron. La primera escopeta es algo que nunca se olvida. Tiempos felices eran aquellas tardes frías y plomizas del invierno, en las vacaciones de Navidad, cuando acechábamos mirlos y zorzales en la viña abandonada del tío Ignacio. Añoro mucho aquellos años felices y pienso mucho en ellos. Me acuerdo de tus ojos brillantes de emoción cuando llegábamos con el abuelo con alguna becada en el zurrón. Te enseñamos a mitificarlas desde que tenías uso de razón. Tampoco me olvido de tus pataletas y lloriqueos cuando tus padres no te dejaban venir de caza porqué eras muy chico. Yo gozaba contigo porqué me tenías idolatrado
y todo el día querías ir detrás de mí. Aún recuerdo tu primer disparo. Fue en casa de abuelo una tarde de verano, seguro que te acuerdas. Tenía las llaves de su casa porqué tenía que ir a regar la huerta. Ellos no estaban y me llevé la escopetilla. Esperamos en el jardín a ver si algún mirlo se ponía a tiro. Una urraca pasó lenta a unos diez metros de nosotros. Le diste de lleno. Me miraste, irradiabas felicidad por todo tu cuerpo. La cobraste en medio de las perfumadas tomateras. Esa escopetilla nos ha enseñado a tí y a mí. Cuídala y trátala con cariño, y mejor aún, dásela a tus hijos para que aprendan. Los recuerdos de tu niñez son muy felices para mí, porqué era como revivir la mía, pero también lo son los más cercanos, estos últimos años que hemos compartido cazando con devoción las umbrías de Aiguafreda. Te echaré de menos Alex. Echaré de menos tu fervor cinegético adolescente, tus enfados cuando fallas tiros facilones, tu desbordante ilusión cuando aciertas. Echaré de menos tu cara congestionada por el frío acechando concentrada el inminente vuelo de la chocha. Echaré de menos las mañanas blancas y escarchadas, la lluvia lenta y lagrimera de las hojas rojizas, ocres ,pardas y marchitas de los álamos y hayedos, el incesante cantar del riachuelo alegre, duendecillo y misterioso.
Alex llévate a la Nuca y a la Tula. Mi madre las cuidará pero llévatelas de caza siempre . Al principio estarán tristes pero te conocen y cazarán. Con los perros no quieras ser un sargento, dales libertad, ponte en su lugar, fíjate en ellos, entiéndelos, disfruta con ellos y piensa que si para ti es una pasión para ellos más. Caza despacio y transmíteles serenidad . Todo vendrá rodado. Sé tú el jefe, sin gritos ni agresiones, haz que el perro te mitifique. No abuses queriendo mirar todos los rincones porqué son ellos los que corren y se cansan. Caza tranquilo y con moderación y cuídales mucho.
Te lego las escopetas y muy especialmente la escopeta del 20 del abuelo y su zurrón de cuero agrietado y viejo que por primogenitura cinegética tenía yo. Sé que te harán mucha ilusión. Llévalos con orgullo y piensa que el abuelo hace 50 años cazaba becadas con ella, que luego las cazaba yo y que ahora lo harás tú. No hagas caso de estos que llevan escopetas especiales y cartuchos de 42 gramos. Tú a lo tuyo y con 26 gramos te basta. No quieras matar, disfruta cazando, aunque con tu edad sólo pensarás en matar más que nadie y ser el mejor, es normal. Cuando seas mayor lo entenderás. Ya sabes lo que dicen los franceses: “cazar mucho y matar poco” o esta otra frase que no sé quien la dice pero que resume muy bien lo que te digo: “Yo no quiero el pez quiero la pesca. Yo no quiero la presa quiero la caza”. No le compres el pito localizador a los perros que en el bosque queda feo. El alegre cascabel es suficiente aunque a veces las espante. Tira solo a las becadas que muestren los perros, es más noble y a la larga los perros aprenderán a ser más cautos y mejores.
He hablado con el Sr.Mir y me ha dicho que cuando quieras ir a cazar patos y becacinas que le llames. Son cazas muy bonitas, así que ya sabes.
Ve a ver a mis padres que estarán deshechos. Cuídales también a ellos que ya sabes que te quieren como a un hijo.
Tira tú mis cenizas en la Fuente Negra y llévate a mis perrillas que querré despedirme de ellas. Cada año cazarás allí alguna becada igual que en el cuento de ese conde francés que siempre nos contaba el abuelo. Ya me encargaré yo de eso.
Gracias primo por venir a verme cada día al hospital cuando peor estaba, por darme ánimos y explicarme como iban las jornadas de caza. En aquellos días tan duros era lo único que me hacía revivir. Pero esto se acaba querido primo, la enfermedad me ha vencido. Alex tengo miedo pero a la vez tengo esperanzas. Esperanzas de que volveremos a vernos en un bosque becadero e infinito y que tendremos la eternidad entera para recorrerlo. Alex tengo una fe que mi generación y la tuya han perdido. Cree en Dios porque ahora lo siento certero y cercano.
En Aiguafreda a 21 de abril de 2008. Hasta pronto. Os quiero y os estaré esperando.

Carlos Salgot Nadal”


El muchacho se levantó. Miró el pequeño y ufano alisar y la charca vacía. Unas lágrimas temblaban en sus ojos negros. La perra vieja se alzó y agarró con sus patitas un brazo del muchacho. Le lamía las manos. La perra vieja le miraba con ojos tristes color miel. Recostó su cabecita marrón en los brazos del muchacho mientras emitía sollozos lastimeros. La perra vieja y medio coja comprendía. El muchacho la besó, un beso tierno en su pequeña cabecita.” Anem, Nuca, anem.